En un mundo donde ciertas corporalidades son celebradas y otras permanecen relegadas al margen, dos hombres caminan seguros por la vida, encarnando el ideal masculino hegemónico. En los juegos con el otro, despliegan un encanto irresistible, uno tan rotundo en su masculinidad que no necesita, ni quiere, nombrar la diversidad.
Es la sociedad que habitamos: una que calla lo que incomoda, invisibiliza lo que desborda la norma, y reduce a silencio las múltiples corporalidades e identidades atravesadas por las diversidades sexo-genéricas, la racialización, las desigualdades económicas y las condiciones materiales de existencia. Aquí, lo diverso no se nombra… y, al no nombrarse, parece no existir.