De manera más o menos predecible, cualquier escuela teatral ha concentrado los diseños de sus currículos en esta suerte de “cuadrivio”, actuación (gesto, improvisación), expresión corporal (trabajo de cuerpo, o movimiento, gimnasia, esgrima); expresión vocal (canto, dicción, declamación) historia del teatro (poéticas teatrales), que da por sentado que las bases de una comprensión y práctica de lo escénico no puede soslayar ninguno de estos componentes, fragmentados desde un inicio para su cabal acepción. Ya las variaciones temáticas internas, son menores: que escalar métodos o escuelas del estudio de la actuación, que privilegiar la improvisación como método creativo, que enfatizar en la creación colectiva, que fundamentar en las teorías de los géneros, que apelar a las vanguardias de la acción performática… Pero siempre, en el centro, está la imagen, la idea, la pregunta por el actor. Y quizá haya mucho de razón en ello, si suponemos que un proceso formativo atiende, en esencia, al sujeto y su subjetividad. El diálogo entre la identidad del ser y los presupuestos de la técnica interpretativa para hacer parecer más “verdadera”, convincente, creíble, seductora, sólida la presencia del actor a través de lo que encarna, su “disolución” en favor de la ficción que le posee, permite señalar que quizá no ha faltado razón en esta vieja cepa de la cual se han ramificado los currículos y planes de estudio en las escuelas teatrales de nivel profesional o universitario, a nivel global. Para avanzar en estos desarrollos, en la intervención propuesta para este ETTIEN 2023 se ensayará la exposición de categorías tendientes a la configuración de espectros conceptuales alternativos a los moldes curriculares, tendientes a la integralidad.